jueves, 4 de agosto de 2016

Tienes razón

Tienes razón. Pero no, no te estoy dando la razón. Simplemente estoy diciendo que tienes razón. ¿Cómo te sonaría si, en lugar de eso, te hubiese dicho “tienes intuición”? Hagamos la prueba. Empecemos otra vez. Tienes intuición. Automáticamente viene a tu cabeza (justamente, a tu cabeza!) la idea de que estoy hablándote de razón e intuición como cuestiones complementarias, u opuestas; verdad? Lo cual, obviamente, no sucedió cuando leíste las dos primeras palabras de esta reflexión. En ese momento, tu ego te hizo pasar por un instante de profunda satisfacción: Gabriel dice que tengo razón… ¡qué bueno! Fue apenas un instante fugaz, porque inmediatamente tu razón se dio cuenta de que eso no tendría sentido, siendo que yo no sabía de qué estabas hablando o en qué estabas pensando. Pero así y todo, en las primeras tres frases seguías algo confundido. ¿Sabes por qué? Porque estás acostumbrado a moverte pura y exclusivamente a partir de tu razon-amiento. De la pura lógica cartesiana, Y de buscar, en lo que sea y como sea, “tener razón” (ahora si, en el primer sentido que le diste a la expresión). Si, tienes la bendición de poder razonar. Pero ¿sabes qué? Tienes también la bendición de poder intuir. Olvidada, arrumbada muy dentro de ti, está la habilidad de la intuición. Haz a un lado la razón. En los momentos más difíciles y complicados, dale lugar a la intuición y déjala tomar el mando por un rato. Siente qué bien se siente. No tengas miedo. Suelta y disfruta. Tomarás las mejores decisiones, y tu vida se encaminará en la mejor dirección posible.

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