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Perseverancia

No esperes conseguir algo importante, trascendente y que tenga sentido para ti, de la noche a la mañana. Eso es prácticamente imposible. Convéncete. Nada que valga realmente la pena se logra sin perseverancia. 

Pero no confundas perseverancia con testarudez. No seas cabeza dura. Estate atento a cómo fluyen los hechos y las circunstancias en relación con eso que estás intentando. Si todo se complica, quizás sea porque estás muy cerca de la meta y es entonces, justo entonces, cuando no debes abandonar bajo ninguna circunstancia. Pero también podría suceder que esas complicaciones te estén mostrando que eso que intentas no es lo que la Vida espera de ti. Levántate cada vez que tropieces pero siente, percibe y, sólo entonces, decide por dónde sigue tu camino.

Si todo fluye…

Cuando las cosas se dan naturalmente, si todo parece estar saliendo de maravillas, casi que no quedan dudas. Estás avanzando por el camino correcto. Sigue adelante y no te detengas, aprovecha el impulso.

Pero si los obstáculos aparecen

Es aquí cuando poner en marcha tus antenas y buscar la sintonía fina con las señales de la Vida se vuelve crucial.

Si los obstáculos te desafían, animándote a seguir intentando otras alternativas, lo más probable es que estés rindiendo los exámenes finales hacia el logro que te has propuesto. Es lo que sientes cuando los inconvenientes te entusiasman a probar otras opciones, te motivan y hacen que la adrenalina circulando por tu cuerpo haga que hasta resulte divertido.

Esa sana competencia aporta experiencia y al darte cuenta de que lo estás disfrutando, lo disfrutas más aún. Bienvenidos los obstáculos entonces!

Mal humor, fastidio y enojo

Pero si los obstáculos te “caen mal”, es probable que tengas que revisar tus planes y objetivos. Cuando ante las primeras complicaciones tu reacción es de angustia, bronca, agresión, quizás no estés haciendo eso que más sentido tiene para ti.

Si la frustración dispara actitudes negativas detente por un momento y mírate, como si estuvieses fuera. Eso que estás buscando, ¿está alineado con tus deseos más profundos? Tu sueño, ese que de veras anhelas conseguir, ¿tiene relación con lo que sea que estés tratando de hacer, con eso que se está complicando?

La decisión que has tomado respecto de algo, lo que sea, ¿te “suena” adecuada, correcta para ti?

No lo fuerces. Si lo que estás intentando no fluye, y si al trabarse sientes que algo no encaja del todo, lo más probable es que la perseverancia como virtud se transforme rápidamente en tozudez, como debilidad.

Estate atento, y se fiel a tu intuición

Parece difícil. Y, lamento desilusionarte, pero ¡es que lo es! Es difícil, sobre todo al principio. Pero como todo en la vida, esto también se aprende. Es cuestión de práctica, de estar atento y de ser fiel a tu intuición. Haciéndolo así, mucho más rápidamente de lo que uno podría suceder, las cosas se acomodan y la energía que habrías desperdiciado en seguir forzando aquello que no era, será canalizada en la dirección adecuada, ayudando a que, otra vez, todo fluya suavemente.

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Propósito

Hay un susurro, intenso y persistente, que se repite cada tanto en tu mente. Que aletea en tu corazón. Hay una pasión dormida… o no tanto, en tu interior.

Hay una emoción que despierta cada vez que conectas con la posibilidad de escuchar ese susurro, de darle forma, fuerza, atención.

No es necesario que dejes de lado todo lo demás. Lo que sí es necesario, muy necesario, es que lo tengas presente y que hagas algo al respecto.

Tu pasión suele ir de la mano de tu Don. Para eso estás aquí. Para descubrirlo, reconocerlo, desarrollarlo y hacer lo que te gusta, lo que amas, eso que hace que se encienda la llamita que titila en tu interior. Que se encienda, que brille con fuerza, que instale una sonrisa en tus ojos, la sonrisa del alma que se refleja en lo chispeante de tu mirada.

No es tan difícil. No es tan complicado. Es cuestión de dar un paso, y luego otro y otro más. Cuando quieras darte cuenta y mirando atrás, verás que ya llevas recorrido gran parte del camino y que la meta, ahora, está más cerca.

Escucha tu corazón, préstale atención a tu voz interior y sin que tengas que convertirte en monje ni maestro espiritual, dale un tiempo, unas horas por semana, a eso que constituye tu pasión.

Decídete. Hazlo. Es eso lo que te dará la fuerza necesaria para conectar, cada vez más, con tu verdadero Don. Y de eso se trata, simplemente. Disfrutarás de los más hermosos chispazos de felicidad. ¿No es eso, acaso, lo que todos anhelamos?

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Hazlo tú 
Cuando haya que hacer algo, hazlo. Pero hazlo hasta el final. Completa la tarea, de manera seria y consistente. No aflojes, ni mucho menos intentes cerrarlo sólo para cumplir. Si lo que hay que hacer es tedioso, complicado, difícil, tampoco te escondas. Por el contrario, comienza cuanto antes. Y complétalo lo más pronto que puedas. Apenas empieces a encararlo verás que no era tan difícil como parecía. Paso a paso la bruma que parecía rodearlo se irá disipando y tu sensación de angustia y desasosiego se irá transformando en alegría y satisfacción.
Muéstrate. Ofrece tu ayuda y tu aporte. No sólo estarás siendo valioso para tu equipo, para tu entorno o para tu jefe. Terminarás cosechando, tarde o temprano, los frutos que habrás estado sembrando.


No lo pienses más. Si consideraste la posibilidad de hacerlo, es que tienes las herramientas necesarias como para, al menos, empezar. El primer paso te acercará a la mejor estrategia para encarar el segundo. Estando más cerca, las cosas se verán más claras, y sabrás qué es lo que necesitas para seguir.

Humildad

No te comprometas a hacerlo todo solo. Más aún, sería mucho mejor que al ofrecerte, “condiciones” de alguna manera ese ofrecimiento. Explica que tú CREES que puedes coordinarlo, ejecutarlo, pensar alternativas, pero necesitas soporte, ayuda, colaboración, consejo, o lo que sea que veas como necesidades para poder, al menos, hacer el intento. ¡Y plantéalo así! Sin prometer más de lo que puedes dar. Ser realista y humilde será mucho mejor que aparentar que eres todopoderoso, lo cual te llevaría a un fracaso seguro. No pongas las expectativas allí arriba, tan arriba que resulten inalcanzables. Por el contrario, defínelas por debajo de lo que te crees capaz, sin alardes. Será más fácil alcanzarlas, y hasta superarlas.

Ladran, Sancho…

No prestes atención a quienes te critiquen por deporte. Ten la plena certeza de que esas críticas existirán. Es así como los mediocres suelen intentar disimular su mediocridad, su falta de coraje y sus miedos.
Pero que eso no te impida escuchar las críticas sinceras, positivas, constructivas. A esas sí, préstales atención y, más aún, profundiza en ellas!
A quienes ofrezcan un punto de vista diferente, escúchalos con especial respeto y dedicación. E invítalos a sumarse al equipo. Juntos, sumando perspectivas, enfoques, estrategias diferentes, se complementarán mutuamente. Recuerda, tu objetivo no es hacerlo solo. Tu objetivo es avanzar, de la mejor manera posible, lo más que puedas. Hoy en día es mucho más valorada la aptitud para trabajar en equipo que ser un lobo estepario. Y estate listo y abierto a pasar la posta. Quizás tu tarea pueda ser continuada por alguien mejor preparado de allí en adelante, y la humildad será mucho mejor recompensada que el aferrarte a tu ego buscando los laureles y el reconocimiento de un logro que ya no estás preparado para seguir persiguiendo.

Excelencia

Hagas lo que hagas, hazlo buscando la excelencia. Apunta a hacerlo bien la primera vez.

Evita el camino facil

No te permitas caer en la tentación de tomar atajos por el camino, aparentemente, fácil. 
Terminaría siendo el peor de los errores. Pero que ello no te lleve por el sendero de la perfección. Nunca olvides el sabio dicho popular: Lo perfecto es enemigo de lo bueno.

Como en todo, busca el justo equilibrio, pero siempre inclinando un poquito la balanza hacia lo más justo, bello, eficiente, limpio, claro y completo que puedas alcanzar. 
Tú puedes hacerlo. No metas la cabeza en la tierra. Deja eso para el avestruz. Y haz lo que sabes que puedes hacer.

Gabriel Sandler (2013)
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Las señales de la vida 

Están ahí, todo el tiempo. Que no puedas escucharlas no es su culpa. Que al escucharlas las ignores, tampoco. Así que, cuando eso sea lo que hagas, no te quejes si los resultados de tus acciones nada tienen que ver con aquello que de verdad, en lo más profundo de ti, deseas.
Las señales de la vida se cruzan ante ti mucho más a menudo de lo que te das cuenta. Allí atrás, en el rincón trasero de tu mente, sientes un suave susurro, un pequeño cosquilleo difícil de explicar. Pero el ruido, la vorágine y el vértigo cotidianos te llevan a ignorarlo. O a ni siquiera percibirlo. Préstale atención. PréstaTE atención. Escucha, registra y se fiel a lo que ella, tu intuición, te dicte. Sentirás como si todos los astros se alinearan actuando a tu favor, porque lo que estarás haciendo será alinearte tú mismo, contigo mismo.


Parece magia. Y quizás lo sea. Porque la sensación que uno tiene cuando estos pequeños milagros cotidianos tienen lugar es, justamente, mágica. Estando atento, las señales de la vida se harán cada vez más y más frecuentes.

¿Cómo son?

Son como tú las percibas. No hay recetas. No hay un manual de instrucciones para identificar “esta es una señal de la vida, esta otra no”. Pero lo que sí hay es una actitud a adoptar. Estar abierto, atento, “despierto” resulta fundamental para “escuchar”.Creer en ellas es el otro factor clave. Si eres escéptico, cínico, incrédulo al respecto, no pierdas el tiempo. Porque no estarán a tu alcance. Si puedes adoptar una actitud ingenua, abierta, casi infantil, libre de prejuicios, entonces podrías llegar a tener la dicha y la bendición de recibirlas en Tu Vida.

¿Cómo lo hago?

Buscas el punto de equilibrio entre estar atento, y no hacer nada, nada más al respecto. No estás pendiente. Estás despierto, pero con la Vida en general, no con este tema en particular. No te obsesionas.
Antes de levantarte, justo cuando vas dejando atrás el mundo de los sueños, agradeces. Conectas con la Vida, con Todo lo que Existe, y agradeces por ese nuevo día que amanece para ti. No lo das por sentado. Agradeces todo lo bueno que sí tienes. Y te das cuenta de que no lo estás agradeciendo sólo a “la Vida”. Te lo estás agradeciendo a ti, porque eres tú quien te ha traído hasta aquí. A ti, pero no a ese que ves en el espejo, sino a un tú mismo que vive en un plano que no puedes ver, sino tan sólo percibir. Suele sentirse en el centro del pecho, pero no existe lo correcto y lo incorrecto en este terreno. Lo que sea que sientas, está bien. Agradece intensamente, y sólo entonces, pregunta(te) lo que quieras saber, pide(te) lo que desees alcanzar. Asegúrate de que, sea lo que sea con lo que estés conectando en ese estado y en ese momento, esté alineado con tu más profundo sueño, con tus valores más preciados.
Repite el ejercicio cada mañana, y cada noche justo antes de dormirte. Si puedes, vuelve a hacerlo un par de veces adicionales cada día. Tan sólo siéntate tranquilo, respira profundo, cierra los ojos y conecta.

¿Cómo las reconozco?

Luego, estate atento a las casualidades. Un cartel en la calle camino al trabajo, una noticia en la tele, un artículo en el diario, un comentario escuchado al azar en el tren, un dato que te pasa un amigo… la Vida no te va a mandar un email diciéndote “esta es la respuesta que estabas esperando”. No esperes escuchar una Voz profunda retumbando en la habitación. No es así como funciona. Tu Ser Interior, Superior, Esencial o como quieras llamarlo no es un ente separado de ti al que tienes que apelar pidiendo una cita. Vive en ti. O quizás sea mejor decir que tú vives en él. Y la comunicación entre ustedes no será necesariamente al estilo que conoces. Por eso se llaman “señales”.

¿Qué hago con ellas?

Ante todo, reconócelas. Aprende a identificarlas. Y cada vez que sientas que el canal se ha abierto y que hay allí una de las respuestas de las que estabas esperando, date un momento –lo más largo posible- para sentir la emoción que te produce y agradecer lo que está sucediendo. Sonríe. Deja que las sensaciones fluyan. 
No racionalices. No interpretes. Siente. Lo primero que hayas sentido al “ver” la señal que la Vida te está dando, eso es. No metas la razón, porque correrás el riesgo de malinterpretar la respuesta.

Por último, toma coraje y sé fiel a tu sentir. Si has logrado escuchar lo que tu Ser Interior tenía para decirte, ahora anímate a actuar en consecuencia. 
No tener idea del infinito tesoro que llevas contigo es una pena. Saberlo, y no intentar hacer contacto con él, sería necio. Escuchar lo que tiene para decirte e ignorarlo, seguramente te lleve a elegir un camino que no conduce allí donde tú, realmente, querrías llegar.

Gabriel Sandler (2013)
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La muerte, una ilusión inexistente (1982)

El núcleo de energía individual ultimaba los detalles de su próximo ciclo de aprendizaje. Fusionado con el Todo, sentía la desaceleración de su ritmo vibratorio como un cosquilleo que, naciendo del centro mismo de su existencia, se esparcía hacia el núcleo y luego, a la periferia energética de su continuo.

Brillando intensamente, se desprendió invisible del Universo Total al que se había unido luego de su último ciclo. Lleno de paz y de certezas, confiando en el devenir causal como sólo un núcleo de energía individual podía hacerlo, se dejó llevar, flotando en el centro de la Vida. Sin temores, sin angustias, se entregó al cambio de su estado –eso que los seres humanos llamamos muerte- feliz de reiniciar un nuevo ciclo.

Separado una vez más en dos núcleos diferentes, se vio alejarse a si mismo velozmente.

Sintió la transición como un salto ornamental, grácil y perfecto. Flotó en el cosmos sideral de la conciencia, descendiendo hacia una fuerza natural que lo llamaba. Al acercarse percibió un cielo azul, oscuro por la noche y jugando, girando, reconoció las estrellas lejanas que lo habían cobijado hasta su… muerte.

Siguió observando, buscando acostumbrarse a esta nueva sensación y vibró la esencia de los mares, las montañas y los ríos, en armonía con la suya.

Imaginó el tiempo, extraña sensación desconocida y se vio pasando por él transcurriendo hacia una nueva mutación –eso que los seres humanos llamaríamos muerte-, ya cercana.

Bajó sonriendo, más cerca de los techos, entregado a la nueva realidad que lo esperaba. Siguió sintiendo, consciente de los planes para el ciclo, fijando la atención sin esforzarse, confiando en que no se olvidaría. Sintió el impacto, entrando en la célula naciente. La estrechez del espacio y la dura realidad del tiempo sólo percibida tenuemente hace una instante, antes de su… muerte.

Incorporó el concepto de crecer madurando en un esperma, preparándose para ese viaje, siempre consciente y recordando. Disfrutó la sensación hasta el último momento en ese espacio y salió disparado hacia su vida, hacia su muerte.

Inició el viaje final del recorrido, reconoció su brillo intenso allá en el fondo. El óvulo a su vez, latió de emoción al ver su propia luz acercándose a su encuentro.

Al sentir su mitad en ese centro, el esperma perforó con fuerza y se unió a su alma, núcleo de energía individual completo nuevamente hacia al vida.

Así cambió de estado nuevamente, en la cola separada del esperma y en si mismo, transformado y completo tras su… muerte.

Aprendió a reconocer su nuevo entorno, líquido mundo amortiguado. Voces apagadas y reflejos, sonidos musicales y palabras. Cuando el espacio presionaba comprendió que se acercaba, una vez más, hacia otro cambio, transición desde esta vida hasta esa otra. No le importó, porque sabía con certeza que pasaría a un estado diferente siempre dentro de la Vida. Sabiendo que su muerte se acercaba, intentó recordar su plan de aprendizaje para siempre.

Sintió cayendo, la presión contra su cuerpo diminuto. Luces fuertes, frío intenso, manos duras y metales retumbando. Por primera vez una muerte dolió tanto, distinta a las otras y por eso, se está olvidando de todo lo sabido. Ahora el ruido viene de su adentro, es su cuerpo el que chilla con espanto.

La calma se le acerca en la tibieza de unos pechos y unos brazos que acompañan con latidos conocidos la caricia.

Pasa el tiempo, que ahora está con él eternamente, implacable y pareciendo verdadero.

Crece el cuerpo del humano que lo lleva sin saberlo. Y por eso, el núcleo de energía queda adentro, bien adentro, olvidado por los huesos y el cerebro que lo encierran, por la mente y por la boca que lo buscan allá afuera, en los cielos. El núcleo se despierta, se da cuenta de que es a él a quien busca su coraza. Por instantes, por momentos pequeñitos el humano se da cuenta, pero olvida, no recuerda. Su supiera que su Dios está tan cerca…

Y el humano avanza inseguro hacia su muerte, convencido de que no hay nada, con su núcleo de energía resignado, triste y apagado.

Pero a veces, con esfuerzo o sin quererlo, el humano se despierta. Se libera de su angustia y comprende, finalmente que es mentira. Que Dios no está en una cruz ni en la plegaria, ni en el cielo ni en la iglesia ni en un libro sino adentro y en todo lo que existe. Y así entonces, el núcleo brinca de alegría, recuerda su plan de aprendizaje y guía al humano por la vida hasta que éste finalmente, recuerda, mientras se acerca feliz hacia otra muerte en el camino de la Vida.

Y cuando expira, el núcleo se eleva y agradece a ese cuerpo que ha sido su morada. Lo mira… lo percibe desde el aire y se eleva por encima de los techos. Se transforma una vez más, en un núcleo brillante de energía que se aleja invisible, sin espacios, a fundirse con el Todo en el ciclo eterno e infinito de la Vida.

Gabriel Sandler (1982)

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Evolución - Un cuento (1976)

Érase una vez un mundo infinitamente pequeño, llamado Unidimensionlandia. En él no había arribas ni abajos, ni tampoco costados. Por eso, no había posibilidad de moverse para ningún lado. Sorprendentemente, este planeta tenía vida, ¡vida consciente! El único problema era que siendo un lugar tan pequeñito y ajustado, sólo había espacio para un único habitante. Y ese habitante era yo.

Me llamaba Punto, y ocupaba absolutamente todo el lugar disponible. En realidad, era exactamente del mismo tamaño que el planetita y estaba exactamente en el mismo lugar que él. Para ser más exactos, de algún modo yo era el planeta mismo. Como verán, soy un ser bastante inteligente, que por las características de mi hogar, me aburría enormemente. Sucede que no podía pintar, no podía leer, no podía “hacer” nada, más que pensar. Es lógico que así fuera en un planeta unidimensional.

Como ni nombre lo indicaba yo era, justamente, un punto. Un puntito flotando en el espacio y limitado por si mismo. Yo era de color naranja, pero me daba lo mismo. Como no tenía posibilidad de moverme, no habría podido alejarme para verme reflejado en un espejo por lo cual, si hubiese cambiado de color a cada rato, no me habría dado cuenta. Peor aún, la idea de mirar no tenía sentido en Unidimensionlandia. No había nada “más allá” de mi mismo. Piensa bien lo que te digo: No había NADA, fuera de yo mismo. Mi ego, obviamente, era grande como el planeta.

Eso fue así hasta que un día, algo cambió. De repente, me deslizaba por un tobogán horizontal y por primera vez en mi vida, sentí. Yo no sabía qué era “sentir” y la verdad, mi primera sensación no fue para nada agradable. Sentía vértigo. ¡Me movía! Después de años de ser estático, tenía movimiento. Y como si eso fuera poco, ya no estaba solo. Había dos seres más, igualitos a mi, uno para acá y otro para allá. Después del primer momento de sorpresa nos presentamos y empezamos a intercambiar información. Cada uno de ellos me dijo que a su vez tenía otro ser igual a su lado, y éste a otro y a otro más… Poco tiempo después tuvimos una especie de transformación sin dejar de ser lo que éramos. Teníamos algo así como un apellido en común: Nos llamábamos Línea y nos fue revelado que habíamos sido bendecidos con la maravilla de conocer Bidimensionlandia, un universo de dos dimensiones. Era hermosa la libertad de movimientos que esta transformación me dio. Podía ir y venir de acá para allá y girando, veía la parte mía que venía detrás.

Yo, como nueva Línea que era, veía el conjunto de Puntos -entre los que estaba yo- que me había creado. Seguía ignorando que había algo más, ni ‘arribas’ ni ‘abajos’ tenían sentido para mi, pero igual mi nuevo habitat era fascinante. Todo siguió así hasta que un buen día algo volvió a cambiar. De repente tiraban fuertemente de mi y empecé a alejarme de esta línea y de aquella, y las veía a ambas desde otra… perspectiva. Eso era, ¡perspectiva! Estaba ‘subiendo’ por primera vez en mi vida y veía, allá abajo, a quienes yo había sido, líneas pegadas al plano. Estaba siendo transportado a Tridimensionlandia y me agregaban un nuevo nombre. Seguía siendo Punto y seguía siendo Linea, pero ahora era también, Volumen.

No se por qué extraño designio del destino, fui el Elegido para concientizar todos estos pasos de mi sorprendente evolución. Puedo afirmar sin temor a equivocarme que esto de pasear entre volúmenes y ser parte de ellos es lo máximo.

Lo que más me apasiona de todo este proceso es que, así como yo siendo Punto no sabía que existía Línea, hoy hay millones de Puntos que siguen creyendo como yo creía, que no existe NADA más allá de su cortísimo horizonte. Y hay millones de Líneas que siguen ignorando que existe Volumen. Se que en poco tiempo más voy a continuar este viaje impresionante y que la próxima escala es Cuatridimensionlandia. Parece que allí me encontraré con algo que se llama ‘tiempo’, una ilusión extraordinaria por la cual uno cree que se mueve, pero más allá del único instante eterno e infinito que es lo único que de verdad existe.

Desde allí espero poder seguir contándote mis experiencias, aunque también se que la mayoría de los volúmenes, incluyendo a los humanos, está convencida de que no NADA… más allá de su cortísimo horizonte.

Gabriel Sandler – 1976



1 comentario:

  1. Realmente, todo lo que scribe ud. son motivaciones que nos llega diariamente y me hace primero sentirme bien y luego reflexionar e irnos dandonos cuenta poco a poco lo que es la vida y el mundo en general. A muchas veces no nos samos cuenta de lo que estamos haiendo y ya hemos hecho y quizá hubiesemos hecho y actuado mucho mejor con estas palabras muy sentidas que nos pasan y seguiran pasando en la vida diaria. Siga asi el pueblo y mundo lo necesita y necesitamos porque, la emfermedad del siglo ahora es el estresss. Que mejor insisto leer siempre todo lo que UD. publica. Felicitaciones, siga adelante SI SE PUEDE
    Saludos
    Luis Lescano

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