viernes, 29 de abril de 2016

Desenojate

No te enojes. No es bueno para ti. Hormonas como la adrenalina y el cortisol salen disparadas, listas para defenderte. Tus vasos sanguíneos se contraen, aumenta la frecuencia cardíaca, los músculos se tensan… Todo ello era muy adecuado para tus antepasados en las cavernas, y, no tan atrás, en la Edad Media cuando apenas te distraías, siempre había alguien dispuesto a robarte o, incluso, matarte por alguna nimiedad. Dolores de cabeza, daños en el hígado y la vesícula, contracturas musculares, úlceras y todo otro conjunto de síntomas y enfermedades son producto de los cambios en tu organismo que el enojo desencadena. ¿En serio crees que vale la pena? La próxima vez que sientas que algo está enojándote, recuerda y sonríe y déjalo pasar. Y si no puedes manejar ese impulso cavernícola apenas te des cuenta, desenójate lo más rápido posible. Dialoga, reflexiona, acepta, explica, comprende y hazlo, todo ello, desde el amor. No permitas que la rabia y el odio se apoderen de la situación. Hazte respetar, pon las cosas en su lugar, pero en paz. Con firmeza, con seguridad, pero con respeto. Actúa cierto enojo en caso necesario, pero cuidando que no surja de tus entrañas trogloditas. Enójate menos, disfruta más, y siente esa inmensa paz creciendo en tu interior y reflejándose en tu exterior, en cada uno de los aspectos de tu vida.

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