miércoles, 31 de octubre de 2012

No hay motivos para desesperar. No des-esperes. Des-esperar implica dejar de esperar. Estar ansioso, angustiado, impaciente. No lo hagas. Muy por el contrario, respira hondo. Y espera. No hagas nada. Durante un rato al menos. Respira de nuevo. Contempla. Silencio. Escucha el silencio. Si. ESCUCHA el silencio. Tu respiración. Tu corazón latiendo más lentamente. Calma... tus pensamientos, tus movimientos. Espera. No, no... no desesperes de nuevo. Apenas logres aplacar tu mente, mira las cosas en perspectiva. Quizás puedas ver que no era tan grave como parecía. Y si así no fuese, date cuenta de que cuanto más grave sea, mejor preparado estarás para lidiar con ello en la medida en que más tranquilo estés. Ahora si, haz lo que tengas que hacer, pero desde la templanza, la seguridad, la paz interior y la certeza de que no estarás re-accionando con apuro y desesperación, sino accionando, con aplomo, tranquila y objetivamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario