viernes, 22 de julio de 2016

Cuando todo se derrumba

Vivir, a veces, es complicado. Tienes todo más o menos encaminado y algo sucede. Tu mundo parece, de repente, quedar patas para arriba. Edificaste, con paciencia y dedicación, ladrillo tras ladrillo, el edificio de tu vida. Como un niño pequeño jugando con sus cubos. Y de repente viene la vida y en un instante y de un manotazo, voltea el juego, te cambia las reglas. El edificio se desmorona y queda por el suelo. ¿Y entonces? ¿Cuál es tu propuesta? ¿Qué harás al respecto? Protestar, quejarte, sufrir y angustiarte, patalear y ponerte de mal humor, ¿crees que resolvería algo? Muy por el contrario, lo único que conseguirías con esos sentimientos y actitudes sería empeorar las cosas. La vida, a veces, parece complicada. Pero aún así, sigue siendo hermosa. Y juguetona, muy juguetona. Ante todo, dimensiona. ¡No te ahogues en un vaso de agua, por favor! No te enojes. Observa. Mira más allá de los problemas, más allá de las desgracias. Al otro lado de eso que ha ocurrido, la vida continúa, esperando que atravieses los obstáculos, que aprendas las lecciones, que crezcas con la experiencia. Mira hacia adelante con optimismo, con fe y confiando en que todo es como debe ser, aunque no siempre podamos comprenderlo. Mira atrás buscando aprendizajes, sin rencor ni arrepentimiento. La vida, entonces, te abrazará con fuerza y te sacará del pozo, elevándote muy por encima de aquello que apenas podrías llegar a imaginar.

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